27 de agosto de 2012

José María Eguren: Obra Poética. Motivos (2005)


Si la obra de todo gran poeta supone la creación de un mundo vívido y real, en la obra de Eguren aparece, además de un mundo real, otro onírico e imaginario. Un acercamiento constante a su poesía, nos revela un trasmundo escondido pero coherente, que se va enriqueciendo a través de sucesivas lecturas. Gradualmente se alcanzan planos superiores de belleza, pues en su poesía existe una trascendencia que va más allá de lo puramente humano. Su poesía desborda en inquietud por mundos extraños y pretéritos y cuando capta la realidad lo hace a través de símbolos. Por su actitud contemplativa, Eguren es un poeta de ensueño sostenido por una fértil imaginación, una extraordinaria habilidad rítmica y una soberana riqueza de vocabulario. Gracias a estos atributos Eguren logró crear una realidad tangible de sus sueños y visiones. Su propósito era sugerir un cosmos paralelo al que nos ofrece la realidad, un universo de más honda y esencial significación. Su poesía fluye con espontaneidad y sabiduría, a todo llega por sortilegio, por maravilla, por magia. Poesía de la soledad donde el poema se convierte en la exaltación y el gozo ante el descubrimiento de la palabra virgen dentro del boscaje de su mente. Eguren era un obstinado solitario, ávido de apresar la intacta belleza del mundo terrenal; se refugiaba en el misterio como en una forma de purificación y con la ingravidez de un ser escapado a su materia, intentaba salvar para la poesía el fuego divino de los dioses. Por eso, su canto solitario se eterniza, alcanzando lo desconocido: Medio siglo y en el límite blanco esperamos la noche.
Ricardo Silva-Santisteban

15 de julio de 2012

Wáshington Delgado: Historia de Artidoro (1994)

  • Información sobre el autor: 
UNMSM | El poder de la palabra (epdlp) | Entrevista (Palabras van y vienen) | Entrevista / La función de la palabra (Youtube)

HISTORIA DE ARTIDORO
Wáshington Delgado (1994)


Explicaciones acerca de Artidoro
Hace quince años, acaso veinte, Artidoro nació simplemente como un nombre cuya sonoridad me atraía, no sé por qué. Pasado un tiempo intuí una nebulosa historia detrás de ese nombre. Lentamente se fue perfilando el dibujo plano, todavía sin color ni relieve, de una persona en cierto modo viva. Entonces escribí tres poemas que son el núcleo de su historia. Y me detuve hasta que, gracias a mi paciente espera al pie de un nombre cuyo misterio no alcanzaba a develar, al cabo de varios años, sentí que en algún remoto punto de mi desvelo o mis ensueños, Artidoro empezaba a vivir con carne y huesos propios, con recuerdos suyos, con esperanzas suyas. Llegó un momento en el cual, como al genio salido de una botella, no lo podía dominar. Si antes de descubrirlo yo lo perseguía, ahora me perseguía él. Iba detrás de mí por toda la casa y aun por la calle. Se asomaba a mis sueños cuando yo dormía. Enderezaba mi pluma y corregía mis textos cuando me ponía a trabajar. Poco a poco, a medida que nuestra colaboración se acentuaba, fui percibiendo que la historia de Artidoro se confundía con la historia peruana o la historia del mundo. Al final, me di cuenta de que los latidos de su sangre eran solo una parte del fragor de los tiempos, de los tiempos oscuros que nos tocó vivir.
Una explicación más, los tres primeros poemas que escribí acerca de Artidoro los publiqué en no recuerdo qué periódico o revista. Después los corregí escrupulosamente para incluirlos en mi volumen antológico Reunión elegida, cuando Artidoro aún no había tomado definitivo cuerpo. En una nota introductoria de esa antología, declaré que todos los poemas allí recogidos eran versiones consumadas y que no volvería a tocarlos. Sin embargo, para esta edición, he vuelto a corregir esos tres poemas. Tal vez me equivoqué al hacerlo: los escritores no suelen ser críticos acertados de sus propias obras. En todo caso, esta vez no prometo abstenerme de futuras enmiendas.
Lima, 26 de mayo de 1994