10 de octubre de 2013

Jorge Díaz Herrera: La sinfonía de Aranjuez

Extraído de La agonía del inmortal (1980). Madrid: Cátedra. También aparece de forma individual en la Revista Peruana de Cardiología, vol. 1, nº 1 (agosto - setimbre 2000).

LA SINFONÍA DE ARANJUEZ

Jardines de Aranjuez (Madrid)

"Maribel espera en la estación de Aranjuez. Cuando en los jardines del príncipe dan las cuatro de la tarde, el corazón de Maribel es una muchedumbre. Ella está en su cita, y él a punto de llegar. Sus miradas brincan entre los rostros de quienes descienden del tren. Y el tren que vino, se va. Maribel está al borde de las lágrimas. Pero la fortaleza de aquel amor nacido para perdurar la convierten en la mujer irreductible contra cuya esperanza nada han podido las reflexiones ni las iras de don Aristóbal: Maribel descubre, en la fuente de la plaza, que el murmullo del agua es la cara buena de la monotonía. Las palomas están ahí porque ellas también son parte del silencio perpetuo de las estatuas. La tarde crece, y ella se reparte entre las alcobas de los solitarios. Maribel es delgada, tiene los cabellos largos y la mirada inquieta, como si en lugar de ojos tuviera peces. Cuando ríe con su cabellera suelta de mujer desnuda entre las caricias de sus fugaces dueños, Maribel baila al compás de la sinfonía que todas las tardes, a las cuatro, la llena de rubores en la estación de Aranjuez.

Él, que se adueñó de ella en una plaza sin nombre, vendrá, cumplirá su promesa. Los mentirosos se delatan, siempre persiguen algo, y ella era para él la única ambición. Maribel aprendió, en su cita de amor, que la soledad existe, y que ésta es la presencia del que va a venir. Cuando él se despidió rogándole que lo esperara a las cuatro de la tarde en la estación de Aranjuez, Maribel encontró el lugar y la hora de su felicidad. Poca importancia tienen los hechos que han venido sucediendo en su derredor: la muerte del príncipe, la huida a Egipto, la caída del Imperio Romano, el descubrimiento de América, el silencioso entierro de don Aristóbal, a quien prodigó el cariño que toda hija debe a su padre. Maribel tiene sus razones. Maribel espera todos los días, a las cuatro de la tarde, en la estación de Aranjuez".

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