15 de agosto de 2013

Manuel Scorza: "Literatura: Primer Territorio Libre de América" [2]

En 1502 se establece la censura absoluta

¿Qué quiere la Inquisición? Enumerar sus atrocidades es menos importante que descubrir su sentido. La Inquisición se propone detener el tiempo. Justo en el instante en que el Tiempo occidental se comienza a acelerar España se detiene. Todas sus fuerzas espirituales se consagrarán, se agotarán, en adelante en la demencial empresa de paralizar la historia. Así, una locura se sobre pone a otra locura. En España se aspira a paralizar el tiempo. En América el tiempo se ha vuelto loco.

¿Los indios tienen alma? ¿Son seres humanos o bestias parecidas a los hombres? Por encima del cinismo del encomendero ignaro y bestial, la interrogación es teológica, metafísica. Y la respuesta es el drama al que se enfrentan los sobrevivientes del Apocalipsis de la Conquista. Porque la historia que propone la Historia es insoportable. Si se puede, en última instancia aceptar el despojo absoluto en el tener es imposible aceptar el despojo del ser. Y aceptar esa Historia, la única Historia, es una herida metafísica insoportable: significa la desposesión, la pérdida de la identidad, la locura. Porque los muertos -aunque sean un quinto de la humanidad- son los muertos. "Los muertos se retiran del juego" (Hegel). El drama mayor no es el exterminio físico: es el saqueo metafísico de los sobrevivientes: su locura. Esa locura es el fondo del lecho por donde, en adelante correrá el angustioso río del ser americano.

14 de agosto de 2013

Manuel Scorza: "Literatura: Primer Territorio Libre de América" [1]

El manuscrito fue hallado en la biblioteca de Scorza tiempo después de su muerte. Algunas referencias aparecen, por ejemplo, en entrevistas como esta. Según su familia, el ensayo nunca fue publicado. Más información en La República, la revista Mariátegui, este blog y la Biblioteca Cervantes.
LITERATURA: PRIMER TERRITORIO LIBRE DE AMÉRICA

No se pueden gobernar impunemente. Ni escribir, en América Latina menos que en ninguna parte. Hoy la malicia o la ingenuidad cambian de nombre: ante el drama de cientos de millones de hombres sumidos en la miseria, la desesperación, el abuso, continentes sometidos al estado de sitio, a la barbarie, son cinismo o complicidad. La palabra es demasiado importante. Siempre lo fue. Pero en otras sociedades coronaba o sacralizaba el poder. Hoy es poder. El análisis de J.P. Faye es justo. Los sistemas totalitarios son una manera arbitraria de leer la historia. Hitler asaltaba el poder, instaura el nazismo y provoca la guerra a partir de una lectura arbitraria de la Primera Guerra Mundial. Así funcionan todos los totalitarismos. ¿Qué hay detrás de las infatigables supresiones o modificaciones de las enciclopedias totalitarias?: el deseo de modificar el pasado. Porque la "ocupación de la historia" es fundamental. Los ejércitos pueden conquistar un territorio: hoy sólo los medios de comunicación pueden mantenerlo. El objetivo final de la televisión mundial es la creación de un mundo de esclavos felices. 

Las estructuras de poder reposan en la infraestructura de la palabra. Y al revés: sólo la palabra puede corroer estructura de Poder. Ningún cambio, ninguna revolución son posibles sin imaginaciones reductibles a las palabras. Para conquistar el paraíso se requiere imaginar el paraíso.

América Latina -la India, la nueva, la asiática- es consecuencia de una conquista. (La Argentina y el Uruguay son diferentes porque son producto de aluviones de inmigrantes; excepciones). Su constante historia es la dominación. Y el silencio. Las culturas precolombinas no fueron, desde luego, los paraísos de la utopía pero tenían una Palabra, su palabra. La conquista instala el silencio, fractura, destroza el universo imaginativo de pueblos para quienes lo imaginario -léase el Popol Vhu- era la historia. Hay que recorrer, despaciosamente, los deslumbrantes escombros de las mitologías precolombinas, admirar la infinita complejidad de su cerámica o su textilería figurativa o abstractura, evocar su mundo mítico para comprender lo que el silencio de la Conquista significa: la locura.