14 de agosto de 2013

Manuel Scorza: "Literatura: Primer Territorio Libre de América" [1]

El manuscrito fue hallado en la biblioteca de Scorza tiempo después de su muerte. Algunas referencias aparecen, por ejemplo, en entrevistas como esta. Según su familia, el ensayo nunca fue publicado. Más información en La República, la revista Mariátegui, este blog y la Biblioteca Cervantes.
LITERATURA: PRIMER TERRITORIO LIBRE DE AMÉRICA

No se pueden gobernar impunemente. Ni escribir, en América Latina menos que en ninguna parte. Hoy la malicia o la ingenuidad cambian de nombre: ante el drama de cientos de millones de hombres sumidos en la miseria, la desesperación, el abuso, continentes sometidos al estado de sitio, a la barbarie, son cinismo o complicidad. La palabra es demasiado importante. Siempre lo fue. Pero en otras sociedades coronaba o sacralizaba el poder. Hoy es poder. El análisis de J.P. Faye es justo. Los sistemas totalitarios son una manera arbitraria de leer la historia. Hitler asaltaba el poder, instaura el nazismo y provoca la guerra a partir de una lectura arbitraria de la Primera Guerra Mundial. Así funcionan todos los totalitarismos. ¿Qué hay detrás de las infatigables supresiones o modificaciones de las enciclopedias totalitarias?: el deseo de modificar el pasado. Porque la "ocupación de la historia" es fundamental. Los ejércitos pueden conquistar un territorio: hoy sólo los medios de comunicación pueden mantenerlo. El objetivo final de la televisión mundial es la creación de un mundo de esclavos felices. 

Las estructuras de poder reposan en la infraestructura de la palabra. Y al revés: sólo la palabra puede corroer estructura de Poder. Ningún cambio, ninguna revolución son posibles sin imaginaciones reductibles a las palabras. Para conquistar el paraíso se requiere imaginar el paraíso.

América Latina -la India, la nueva, la asiática- es consecuencia de una conquista. (La Argentina y el Uruguay son diferentes porque son producto de aluviones de inmigrantes; excepciones). Su constante historia es la dominación. Y el silencio. Las culturas precolombinas no fueron, desde luego, los paraísos de la utopía pero tenían una Palabra, su palabra. La conquista instala el silencio, fractura, destroza el universo imaginativo de pueblos para quienes lo imaginario -léase el Popol Vhu- era la historia. Hay que recorrer, despaciosamente, los deslumbrantes escombros de las mitologías precolombinas, admirar la infinita complejidad de su cerámica o su textilería figurativa o abstractura, evocar su mundo mítico para comprender lo que el silencio de la Conquista significa: la locura. 

Manuel Scorza con Héctor Chacón
Manuel Scorza con Héctor Chacón
¿Por qué esas terribles "epidemias de suicidios" que nos cuentan los cronistas de la Conquista? ¿Por qué poblaciones integras de pueblos conquistadores se arrojan a los abismos? ¿Por cobardía? Por locura. La conquista los ha privado de la palabra: La palabra es de otro.

La lengua española aparece, desde el comienzo, como instrumento de dominio, "compañera del imperio". En 1492 ocurre en España tres acontecimientos decisivos: el descubrimiento de América, la expulsión de los judíos y al publicación de la Gramática de Nebrija. La Reina Isabel de Aragón no comprendía bien la utilidad de un libro que pretendía enseñar una lengua que todos los españoles hablaban sin Gramática. Escribe Nebrija que cuando la reina le preguntó cuál sería la utilidad de su obra: "Fray Hernando de Talavera me arrebató la respuesta y respondiendo por mí dijo que después que Vuestra Alteza metiese bajo su yugo a muchos pueblos bárbaros de peregrinas lenguas y con el vencimiento de aquellos tenían necesidad de recibir las leyes que el vencedor pone al vencido, y con ellas, nuestra lengua, entonces por esta mi Arte podrían venir en el conocimiento de ella como nosotros ahora prendemos el arte de la gramática latina para aprender el latín. Y cierto así que no solamente los enemigos de nuestra fe que tienen necesidad de saber el lenguaje castellano, más los vizcaínos, navarros, franceses, italianos y todos los otros que tienen algún trato y conversación con España y necesidad de nuestra lengua sino vienen desde niños a aprenderla por el uso, podránla saberla por esta mi obra".

Así ve la luz la gramática de Nerbija: La Ley que el vencedor impone al vencido. Eso será también la literatura o las formas preliminares de la literatura durante trescientos años: leyes de guerra. Pero la literatura no cumple la misma función en todas las sociedades. Ni en todos los momentos. Para los vencidos de América la palabra no es expresión: es refugio.

Manuel Scorza con Agapito Robles
Manuel Scorza con Agapito Robles
El tiempo se ha vuelto loco

Porque la conquista propone -impone- una historicidad metafísicamente intolerable. La gravedad de una conquista no es la ocupación del espacio: es la ocupación del tiempo. "El tiempo de ha vuelto loco" clama la desesperación de los postreros poetas pre colombinos. 

"El mundo está al revés" escribe Guamán Poma de Ayala. Todo lo queda de la literatura de los testigos de la conquista repita "¡El tiempo ha enloquecido!" Porque en la historia que ahora es la única historia no hay lugar para su historia. El drama más terrible no es el pillaje del tener: es el saqueo del ser. La expulsión del Espacio perpetrado por la Conquista es colosal. Cuando Colón la descubre hay en América 60 millones de hombres. Cincuenta años después la población se ha reducido a 2 millones. Para situar estas cifras hay que considerar que la población mundial de la época es de 300 millones de hombres. La conquista exterminará, pues, un quinto de la humanidad. ¿Qué son, en comparación, las exterminaciones de judíos practicadas por Hitler? Pero lo más grave no es la exterminación física: es la exterminación metafísica: mi pasado, mi presente, mi futuro. La historia del vencedor no ofrece resquicio al vencido.

Situemos las cosas: el Poder que destruye, aniquila y oprime en América destruye, oprime y aniquila también en España. Los tiempos del Descubrimiento de América asisten en España a hambrunas colosales: miles de españoles mueren de hambre en la Península. Y la Inquisición no comienza a quemar libros en América: el Primer Auto de Fe se ejecuta en 1481. En 1500 por orden del Cardenal Cisneros se incineraron un millón de libros.

El intento de anular la historia no es una característica exclusiva de los imperialismos occidentales: los aztecas lo practicaron. Octavio Paz señala: 
"Aconsejado por Tlacaêtel, el cuarto Tlaotani, Itzcóatl, ordenó la quema de los códices. Con este acto se inició una inmensa tarea que en términos modernos llamaríamos de rectificación de la historia. La desfiguración y enmienda de las tradiciones, los mitos y la teología tuvieron el doble propósito de borrar los orígenes rústicos del pueblo mexica y de sus dioses y, así, legitimar su pretensión de ser los herederos de los toltecas. La decisión de Itzcoátl hace pensar en las falsificaciones de la historia de la revolución rusa durante la época de Stalin y, sobre todo, en la destrucción de los libros clásicos ordenada en 213 A.C. por Shil Huang Ti a instigación de un consejero que como Tlacaêtel  era también un intelectual: el ministro de Li Ssu".
Continúa en la siguiente publicación.. 

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