Del pupitre cayó una lúcuma. Verde oscura brillante como bolita de adorno de árbol de navidad rodó hasta mis pies. Malte, con disimulo, volteó la cabeza. En su mejilla izquierda, apareció un gracioso hoyuelo y con sus ojos grandes me rogó que le soplara la pregunta diez del examen de geografía. Es para ti, susurrando me dijo con su voz ronca de adolescente y clavó su mirada en la lúcuma. Vigilando de reojo al profesor-sotana, giré mi plana de examen sobre el pupitre. Con el lapicero, le indiqué: el río Amarillo queda en China. Malte me sonrió. Por entre sus labios, apareció la punta rosada de su lengua y diligente copió la respuesta. Gracias, me dijo. Cuando ya iba a recoger la luminosa lúcuma, unas impúdicas y enormes sandalias sucias surgieron del gastado piso de madera.
Lentamente, fui levantando los ojos: una lustrosa sotana negra se prolongaba como un tubo hasta un pellejudo cuello de pavo.
Una mano amarillenta rapiñó furiosa mi plana de examen y mil pedazos de papel volaron por los aires. Una de las sandalias con certero puntapié lanzó la lúcuma por la ventana del aula. Ya no podría saborear la inocente pulpa carnosa color salmón que además de su aroma traía los olores a tinta fresca, a caramelo de menta y a madera rajada de trompo guardados en el bolsón escolar de Malte. Y, sobre todo, el quemado olor azulino de su cuerpo. Y sentí un desgarrón en el pecho: era como una herida de fuego. Y lloré. Pero Malte, con sus zapatillas blancas y trusa púrpura en su cuerpo encendido color de cobre, dando un salto descomunal logró atraparla en el aire. Y yo, junto con todos los compañeros del aula, en las graderías del campo de deportes del colegio, enardecidos, dábamos hurras al equipo campeón de la clase. Y Malte, en lugar de tirar la lúcuma al cesto del tablero, me la pasó. En su mejilla izquierda, volvió a dibujarse el hoyuelo y me dijo: Tómala, es solo para ti. En el cielo, vi la rutilante lúcuma, pero no podía moverme para cogerla. Tenía miedo de deslizarme de la cama y caer y caer en vértigo hasta el otro lado del mundo. Y de nuevo, la herida de fuego en el pecho y a través de la cortina celeste, en madrugada de Beijing, con lluvias de hojas centelleantes, pasan dos caballos halando una carreta con un exorbitante montón de hierbas sobre las cuales duermen dos jóvenes chinos envueltos en abrigos de pellejo de oveja y la luz de la luna del medio otoño ilumina sus manos estrechamente cogidas.
Narraciones 1. (2005). Universidad Ricardo Palma, Lima.
Oswaldo Reynoso. Narrador, poeta, profesor universitario, periodista. Entre 1950 y 1951 realiza estudios en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, trasladándose en 1952 a la Escuela Normal Central, en la Cantuta, cerca de Lima, donde obtiene el título de Profesor de Lengua y Literatura. Ha ejercido la docencia en varios colegios de Lima. Aparte de enseñar en la Universidad Enrique Guzmán y Valle, entre 1967 y 1977 ocupó una serie de cargos, como Jefe del Departamento de Lengua, Director del Programa Académico de Humanidades, Director de Proyección Social del Consejo Universitario, Vicerrector, y Rector. En 1977 viaja a la república Popular China, donde permanece hasta 1989, desempeñándose como profesor y corrector de estilo en la Agencia de Noticias Xinhua (Beijing). Ha participado en una serie de encuentros y congresos internacionales de narrativa, y a sido requerido como jurado en distintos certámenes literarios. Más »
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